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Gramáticas del Erotismo: Entre el goce fálico y el goce del no-todo

  • Foto del escritor: Luis Blanco
    Luis Blanco
  • 28 mar
  • 2 Min. de lectura

Erotismo más allá del órgano, deseo más allá de la medida


Para Lacan, el goce fálico es el goce de la medida.

Es el goce que se ata al límite del significante,

a la lógica de la función,

al desempeño de un cuerpo que debe "llegar" a algún lugar.




Matilde Bejar
Matilde Bejar


Es el goce del órgano como signo —y de la sexualidad como escena cerrada.

Centrado en el falo, no como órgano anatómico, sino como operador simbólico.

El falo representa lo que falta, lo que organiza, lo que marca.

Pero también lo que excluye.


Frente a este goce —que se sujeta a la función, a la descarga, a la contabilidad del placer—

está lo que Lacan nombra como goce femenino, o mejor, el goce del "no-todo".

Este goce no está fuera del cuerpo, pero sí fuera de la lógica fálica.

No se opone a lo fálico, pero no se deja totalizar por él.

Escapa al lenguaje, porque no puede ser enteramente simbolizado.

Es un goce que desborda.


Un goce que no se encierra en el órgano,

que no tiene centro, ni mapa, ni destino.

Es el goce del cuerpo entero, de la piel entera, de la escucha entera.

Un goce que no se realiza —se experimenta.

No hace falta "ser mujer" para vivirlo,

así como no todo goce genital es fálico.


Hay hombres que tiemblan en este goce sin nombre.

Hay cuerpos que tocan este exceso en silencio,

en el escalofrío, en la entrega, en el vértigo de la presencia.


El goce del no-todo no es el goce del órgano,

sino del espacio entre los órganos.

De lo que pulsa sin objetivo.

De lo que vibra sin función.

De lo que escapa y, por eso mismo, libera.


Este goce no es performático —es pulsátil.

No es conquista —es atravesamiento.

No se mide —se siente.

No termina —reverbera.


Es el goce de Clarice cuando no sabe lo que quiere.

De Cixous cuando escribe con la lengua de la piel.

De Anaïs Nin cuando susurra entre palabras el deseo.

Es el goce que no se somete a la escena,

sino que inventa otro escenario —donde cuerpo y lenguaje no se separan.

 
 
 

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