Historia Sexual de las Mujeres en Brasil
- Luis Blanco
- 9 abr
- 5 Min. de lectura
Colonización y Control de los Cuerpos (Siglos XVI-XVIII)
Desde el inicio de la colonización portuguesa, el cuerpo de la mujer fue un territorio de disputa y dominación. La sexualidad femenina fue regulada por el patriarcado cristiano-colonial, basado en ideales de castidad, obediencia y reclusión. La mujer blanca "de familia" era preparada para el matrimonio y la maternidad bajo la vigilancia de la Iglesia. Las mujeres indígenas y africanas eran frecuentemente objeto de explotación sexual por colonos, sacerdotes y dueños de esclavos. La violencia sexual era parte de la estructura esclavista, tanto como forma de dominación como para la reproducción de mano de obra esclavizada.

Siglo XIX: normas burguesas y doble estándar moral
Con la llegada de la corte portuguesa y el proceso de urbanización, surge en Brasil el ideal de la familia burguesa. La mujer “respetable” era vista como el ángel del hogar, ama de casa, madre, esposa fiel. Pero el doble estándar moral permitía a los hombres mantener relaciones extramatrimoniales, frecuentar prostíbulos o relacionarse con esclavizadas o mujeres pobres.
República, modernización y ambivalencias (1890-1930)
Con la proclamación de la República y el crecimiento urbano, la sexualidad se convirtió en un tema central en los discursos de higiene, eugenesia y moral pública. El cuerpo femenino pasó a ser blanco de campañas morales y médicas. La prostitución era tolerada, pero vigilada. El movimiento feminista surgía tímidamente, con reivindicaciones por educación y ciudadanía.
Era Vargas y el Estado moralizador (1930-1945)
Durante el Estado Novo, el régimen autoritario de Vargas reforzó la moral tradicional, vinculando a la mujer con la familia, la maternidad y la domesticidad. Las mujeres consideradas “desviadas” eran perseguidas. Las revistas femeninas reforzaban el ideal de mujer recatada y hogareña.
Años 1950-1960: contradicciones del desarrollo
Con el crecimiento económico y la modernización de las ciudades, surgieron nuevos espacios de circulación para las mujeres. La represión a la homosexualidad y a la libertad sexual era intensa. En ese contexto, surgieron figuras femeninas contradictorias como la “vedette” y la “muchachita de la radio”: cuerpos expuestos, pero no sujetos de su propia sexualidad.
Dictadura militar y resistencia silenciosa (1964-1985)
Durante la dictadura, la represión política se extendió también a las costumbres. El régimen promovía la moral cristiana y la familia tradicional. A partir de la década de 1970, con la llegada de la píldora anticonceptiva y los debates sobre derechos reproductivos, el cuerpo de la mujer se convirtió en un campo de lucha política.
Redemocratización y emergencia feminista (1985-2000)
Con el fin de la dictadura, el feminismo se fortaleció en Brasil. Luchas por el aborto legal, salud de la mujer, combate a la violencia sexual. Crecimiento de las voces lésbicas y de las identidades disidentes. La sexualidad de las mujeres, sin embargo, seguía enfrentando contradicciones entre avances legales y conservadurismo cultural.
Siglo XXI: libertades y reacciones conservadoras
En el siglo XXI, con internet, redes sociales y nuevos feminismos, la sexualidad femenina se diversificó en términos de cuerpo, género, deseo, placer, maternidad y autonomía. Al mismo tiempo, crecieron movimientos reaccionarios: moralismo religioso, misoginia digital, ataques a derechos sexuales y reproductivos. El cuerpo de la mujer sigue siendo escenario de disputas políticas y morales.
Consideraciones finales
La historia de la sexualidad femenina en Brasil está marcada por ambivalencias, controles y resistencias. Como muestra Mary Del Priore, no se trata solo de opresión, sino también de estrategias de supervivencia, reinvención y placer. El cuerpo de la mujer, tantas veces silenciado, habla también a través de la historia –una historia que late.
La historia sexual de la mujer negra en Brasil
La historia de la mujer negra en Brasil es inseparable de la historia de la esclavitud y del racismo estructural. Desde la llegada forzada de los primeros africanos esclavizados, el cuerpo de la mujer negra fue objeto de dominación, explotación y exotización. Fueron doblemente oprimidas: por la condición de esclavizadas y por ser mujeres. La sexualidad de la mujer negra estuvo marcada por la violación sistemática, la cosificación y la negación del derecho al amor y al placer.
Autoras como Lélia Gonzalez, Sueli Carneiro y Beatriz Nascimento denunciaron la naturalización de esta violencia y propusieron una nueva lectura de la experiencia negra. Lélia Gonzalez señaló el “racismo a la brasileña” como un sistema que sexualiza y deshumaniza el cuerpo de la mujer negra, relegándola al papel de empleada, amante o cuerpo disponible. Sueli Carneiro cuestionó el silenciamiento de las mujeres negras en el feminismo hegemónico y propuso una agenda interseccional que integra género, raza y clase.
Durante la esclavitud, muchas mujeres negras fueron obligadas a ejercer la prostitución o se convirtieron en nodrizas, viviendo relaciones ambiguas con las familias blancas. Incluso después de la abolición, la sexualidad de la mujer negra permaneció rodeada de estigmas: hipersexualizada como “mulata” o desexualizada como “madre negra” o “doméstica”.
A partir de los años 1980, con la emergencia del feminismo negro en Brasil, las mujeres negras comenzaron a afirmar sus voces y sus cuerpos con orgullo y resistencia.
Reivindicaron el derecho al placer, al deseo y al afecto, en oposición a las imágenes racistas y coloniales. Esa lucha permanece viva en los movimientos contemporáneos, en los colectivos de mujeres negras, en el arte, en la literatura y en la producción de pensamiento crítico afrobrasileño.
La historia sexual de la mujer negra en Brasil, por tanto, no es solo una narrativa de dolor, sino también de resistencia, dignidad y reexistencia. Su cuerpo, tantas veces violentado, es también territorio de saberes ancestrales, de prácticas de cuidado y de reinvención del placer y la afectividad.
La historia sexual de las mujeres indígenas en Brasil
La historia sexual de las mujeres indígenas en Brasil está profundamente ligada a los procesos de colonización, genocidio cultural y borrado de saberes ancestrales. Desde el primer contacto con los colonizadores europeos, las mujeres indígenas fueron blanco de violencia sexual, trata, alianzas forzadas e imposición de valores patriarcales extranjeros.
Para los colonizadores, el cuerpo de la mujer indígena era visto como exótico, disponible y salvaje. Muchos relatos históricos narran la violación y la cohabitación forzada con mujeres indígenas. Estas prácticas eran muchas veces justificadas como parte del “proceso civilizador”, borrando los sistemas propios de sexualidad, parentesco y afecto de las culturas originarias.
Según antropólogas como Manuela Carneiro da Cunha e historiadoras como Rita Laura Segato, los pueblos indígenas tenían sistemas propios de regulación de la sexualidad y de convivencia entre los géneros. En muchas sociedades, la mujer ocupaba papeles centrales en el cuidado de la tierra, en la transmisión del saber y en la organización social, con autonomía sobre sus cuerpos y sus elecciones afectivas.
Con la catequesis y la imposición del modelo cristiano-patriarcal, las mujeres indígenas perdieron parte de esa autonomía. Fueron enseñadas a cubrirse, a obedecer al hombre y a vivir dentro de una moral ajena a su cultura. Además, la violación de indígenas fue sistemáticamente ignorada o naturalizada por los registros históricos oficiales.
En los tiempos contemporáneos, las mujeres indígenas resisten a través de la revitalización de sus culturas, de la denuncia de la violencia sexual en territorios indígenas y de la lucha política. Liderazgos como Sônia Guajajara, Eliane Potiguara y muchas otras reivindican no solo territorio y derechos, sino también el reconocimiento de sus formas propias de vivir la sexualidad, el placer y la relación con el cuerpo y con el otro.
La sexualidad de las mujeres indígenas no puede ser comprendida a partir de categorías occidentales, sino que exige una escucha atenta a las cosmologías, narrativas y modos de vida de los pueblos originarios. Se trata de una sexualidad ligada al territorio, al colectivo, a la espiritualidad y a la reciprocidad con la naturaleza.
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