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Gramáticas del Erotismo: D.H. Lawrence – El cuerpo como lenguaje vivo

  • Foto del escritor: Luis Blanco
    Luis Blanco
  • 27 mar
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 28 mar

Erotismo como comunión con la carne del mundo


Para Lawrence, el cuerpo habla antes que la palabra.

Es lengua, es escritura — una gramática hecha de calor, pulso y silencio.

Entre líneas de sus novelas, el erotismo no es función: es experiencia sagrada de la materia viva.

Toques, miradas, respiraciones: cada gesto carga un mundo intraducible.





Matilde Bejar
Matilde Bejar



El cuerpo en Lawrence no es obstáculo para el alma — es su morada.

No es vehículo del pecado — es donde el espíritu se encarna, donde el alma se pliega en carne.

Hay en su escritura una reverencia por el instinto como inteligencia profunda,

una confianza en lo que vibra bajo la razón.


"El alma debe unirse al cuerpo. La mente debe rendirse a la carne.

Sólo entonces el ser humano será completo".


El erotismo, para él, es forma de verdad.

No la verdad que se impone, sino la que se revela en el calor del tacto,

en la fusión de cuerpos que se escuchan sin fundirse.

Una verdad que no separa placer de presencia,

deseo de delicadeza, sexo de alma.


Lawrence escribe con los poros.

Sus personajes no aman como quien posee,

sino como quien anhela ser atravesado.

El goce no es conquista, es rendición.

El encuentro erótico es sacramento profano,

donde el cuerpo aprende a decir lo indecible.


Sus textos están hechos de piel, sudor, tierra, viento.

No hay vergüenza en la entrega, ni pureza en el distanciamiento.

Sólo lo real: denso, misterioso, intensamente vivo.

Y una invitación:

sentir con todo, con toda la piel, con toda el alma, con todo el cuerpo que somos.

 
 
 

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