Gramáticas del Erotismo: Tantra – El deseo como camino hacia lo sin forma
- Luis Blanco
- 31 mar
- 1 Min. de lectura
Erotismo como despertar de la conciencia encarnada
En el corazón del Tantra, no hay división.
El cuerpo y el espíritu, el deseo y el silencio, la carne y el éxtasis —
todo es uno, todo es camino.
A diferencia de las religiones que reprimen la sexualidad o la usan como prueba moral,
el Tantra la toma como materia prima de la liberación.
No como libertinaje, sino como presencia radical en el cuerpo vivo.
La excitación no es un error — es una puerta.
El placer no es una distracción — es un sendero.

"Aquello que te excita, si es respirado con conciencia, te libera."
El Tantra no busca el orgasmo como clímax.
Busca la disolución del yo en la intensidad de la experiencia.
La unión entre dos cuerpos es, ante todo, una disolución de los límites.
No hay control.
Hay escucha.
Hay entrega a lo que pulsa, sin nombre, sin mapa, sin destino.
La energía sexual —llamada kundalini—
es vista como la forma más densa de la energía divina.
Y su despertar no es técnico:
es entrega consciente,
es respiración que asciende en espiral,
es mirada que disuelve fronteras.
Hacer el amor, en el Tantra, es meditar en dos cuerpos.
Es transformar el tacto en oración.
El beso en ofrenda.
El movimiento en expansión de la conciencia.
No se trata de mejorar el sexo, sino de transfigurar el deseo.
Permitir que no se sacie, sino que se vuelva vasto.
Que no se resuelva, sino que se abra como flor del tiempo.
Tantra es cuando el placer no cierra un ciclo,
sino que abre el infinito.




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