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PSIQUIATRÍA, CIENCIA Y PODER

La psiquiatría no es solo ciencia objetiva: está entrelazada con relaciones de poder. Desde los manicomios hasta el DSM, ha clasificado y normativizado conductas, sirviendo como tecnología de control social bajo la apariencia de neutralidad científica.


El discurso oficial de la psiquiatría a menudo se presenta como una narrativa de progreso lineal, en la que un supuesto avance de la ciencia médica habría llevado a una comprensión cada vez más sofisticada de las enfermedades mentales. Sin embargo, esta historia oculta hasta qué punto la psiquiatría ha estado (y sigue estando) entrelazada con relaciones de poder, instituciones políticas y económicas, y con la propia gestión de los Estados modernos. Foucault, entre otros, desmonta esta ilusión de neutralidad científica, mostrando cómo el saber psiquiátrico no surge como una pura investigación sobre el sufrimiento psíquico, sino como un aparato disciplinario que produce categorías, normativiza conductas y administra poblaciones.


Psiquiatría y la Producción de la Locura: El Saber como Poder


Foucault nos advierte que la psiquiatría no simplemente descubrió la enfermedad mental, sino que produjo y organizó la locura como un objeto de saber y control. Lo que se llamó progreso médico, en muchas ocasiones, fue la construcción de un orden discursivo que legitima ciertas prácticas de exclusión.

  • La locura existió de diversas formas a lo largo de la historia, pero su medicalización solo fue posible porque nuevas configuraciones sociales y políticas exigieron este encuadre.

  • La psiquiatría no surge como un campo de conocimiento aislado, sino como parte de la estructura disciplinaria de la sociedad moderna—junto a la prisión, la escuela, el hospital y el ejército.

  • El saber psiquiátrico es inseparable del poder psiquiátrico, es decir, no solo describe lo que sería la enfermedad mental, sino que impone reglas sobre quién tiene autoridad para definir lo normal y lo patológico.

  • La psiquiatría, en este sentido, no solo responde al sufrimiento, sino que crea categorías de anormalidad que refuerzan ciertos dispositivos de control. Su función histórica fue, en muchas ocasiones, menos la de curar y más la de separar, clasificar y disciplinar.


Psiquiatría, Estado y Gubernamentalidad


La psiquiatría no puede ser comprendida sin su relación con los Estados modernos y sus instituciones. Desde su surgimiento, operó dentro de las estrategias de gubernamentalidad—término utilizado por Foucault para describir cómo los gobiernos no solo imponen leyes, sino que modulan comportamientos y subjetividades a través de discursos normativos.

  • Los manicomios fueron esenciales para organizar los cuerpos considerados "improductivos" en la transición al capitalismo industrial.

  • La psiquiatría se convirtió en una herramienta de higienización social, ayudando a gestionar la pobreza, la criminalidad y las poblaciones marginalizadas.

  • En los siglos XIX y XX, fue instrumentalizada por proyectos eugenésicos, reforzando jerarquías raciales y sociales en diversos países.

  • En el contexto de los Estados democráticos contemporáneos, el poder psiquiátrico se transformó, pasando de una lógica de reclusión a un modelo farmacológico y conductual, donde el control se ejerce a través de diagnósticos y medicaciones.

  • La psiquiatría moderna no es solo una ciencia médica, sino una tecnología de gobierno, funcionando como un brazo de la biopolítica para administrar los cuerpos y las mentes dentro de un proyecto de normalización.


El Saber Psiquiátrico y sus Disputas: Avances y Tensiones


Esto no significa que todo el saber psiquiátrico sea únicamente un instrumento de poder. Hay avances reales en la comprensión del sufrimiento psíquico, y distinciones entre diferentes tipos de sufrimiento (psicosis, estados depresivos, traumas, angustias existenciales, etc.) han sido formuladas de manera cada vez más refinada.

Sin embargo, estos avances ocurrieron siempre dentro de un campo marcado por disputas políticas, epistemológicas e institucionales:


El DSM y la Psiquiatría Biológica


A partir del siglo XX, especialmente con la consolidación del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM), la psiquiatría pasó a basarse en criterios estadísticos y operacionales, creando una red cada vez más extensa de diagnósticos psiquiátricos.

  • Esto llevó a la explosión de diagnósticos como TDAH, trastornos del estado de ánimo, trastornos de personalidad, a menudo descritos de manera vaga y sin marcadores biológicos claros.

  • La industria farmacéutica comenzó a modular el propio campo de la psiquiatría, invirtiendo en investigaciones y promoviendo tratamientos basados en el consumo masivo de psicofármacos.


La Psiquiatría Crítica y los Movimientos Antimanicomiales


Paralelamente, hubo una serie de críticas internas a la psiquiatría, provenientes tanto de psiquiatras como de otros campos de las ciencias humanas y sociales.

  • La lucha antimanicomial (Basaglia en Italia, Franco Basaglia en Brasil) denunció la psiquiatría como un mecanismo de opresión y exclusión, promoviendo alternativas como el modelo de los CAPS (Centros de Atención Psicosocial).

  • Teóricos como Laing y Cooper, en la antipsiquiatría, cuestionaron el carácter normativo de la psiquiatría y propusieron enfoques más fenomenológicos y relacionales para el sufrimiento psíquico.

  • Autores como Deleuze y Guattari, en El Anti-Edipo, señalaron que la psiquiatría siempre estuvo atrapada en un modelo edípico y familiarista, descuidando los procesos históricos y sociales que producen las subjetividades.


Neurociencias y Nuevos Paradigmas


Hoy, la psiquiatría se enfrenta a un dilema:

  • Por un lado, hay una tendencia a reducir todo a factores neuroquímicos, fortaleciendo un modelo psiquiátrico que no cuestiona los fundamentos históricos del sufrimiento psíquico.

  • Por otro, hay nuevos enfoques interdisciplinarios que intentan integrar saberes de las ciencias sociales, la fenomenología y las terapias somáticas.


El Futuro de la Psiquiatría: Entre la Gestión de los Cuerpos y el Cuidado del Sufrimiento


A lo largo de su historia, la psiquiatría ha oscilado entre dos polos:


  • Ser una ciencia del control, ajustando individuos a las normas de la sociedad.

  • Ser un campo de investigación del sufrimiento, buscando comprender los modos específicos de dolor psíquico y los procesos que los generan.


El problema es que, con frecuencia, el primer polo se impone sobre el segundo, y la psiquiatría se convierte en una herramienta para normalizar la desviación, más que para escucharla. En un mundo cada vez más dominado por lógicas neoliberales, la psiquiatría puede continuar expandiéndose como un aparato de medicalización del malestar y un gestor de subjetividades orientadas hacia la productividad y el consumo.

Por otro lado, existen fisuras y resistencias dentro de la propia psiquiatría, donde profesionales e investigadores buscan desafiar el paradigma dominante y construir otras formas de cuidado, más sensibles a las singularidades del sufrimiento humano.


Conclusión


La psiquiatría nunca ha sido simplemente una ciencia objetiva del sufrimiento psíquico. Siempre ha operado dentro de redes institucionales, políticas y económicas, definiendo normas, separando lo normal de lo patológico y administrando las subjetividades dentro de la lógica de los Estados modernos.

Esto no significa negar todos los avances en la comprensión del sufrimiento mental, sino entender que no existe un saber psiquiátrico neutral. Este saber siempre está articulado a relaciones de poder, y su futuro dependerá de cómo se disputen estas fuerzas.

¿La psiquiatría del futuro será solo una tecnología de ajuste, medicalizando y categorizando?¿O podrá transformarse en un campo que realmente escuche y responda a las complejidades del sufrimiento psíquico?La respuesta dependerá de las luchas y desplazamientos dentro y fuera del campo psiquiátrico. A lo largo de su historia, la psiquiatría siempre ha enfrentado un problema de legitimación científica, precisamente porque lidia con un campo que no encaja fácilmente en el modelo biomédico tradicional. A diferencia de las especialidades médicas que trabajan con enfermedades orgánicas evidentes, la psiquiatría ha tratado con sufrimientos que no tienen una marca anatómica clara, lo que ha generado, desde el principio, tensiones epistemológicas sobre su validez como ciencia.

Esta crisis de identidad persistió hasta el ascenso de la psicofarmacología y las neurociencias, que comenzaron a ofrecer una supuesta base biológica para los trastornos psiquiátricos. El gobierno de los Estados Unidos, bajo George H.W. Bush, declaró los años 90 como la "Década del Cerebro", impulsando investigaciones e inversiones masivas en neurociencias y consolidando la idea de que los trastornos mentales son alteraciones cerebrales mensurables y tratables químicamente. Este movimiento reforzó una psiquiatría neo-kraepeliniana, basada en la afirmación de Emil Kraepelin a principios del siglo XX de que "toda enfermedad mental es una enfermedad cerebral". Sin embargo, esta visión reduccionista eliminó al sujeto del discurso psiquiátrico y transformó a la psiquiatría en una rama casi exclusiva de la biomedicina, marcada por protocolos diagnósticos y tratamientos estandarizados.


La Crisis de la Psiquiatría y la Red Alternativa


Entre las décadas de 1960 y 1970, la psiquiatría sufrió una de sus mayores crisis internas, proveniente de diferentes frentes críticos que denunciaban su papel en la represión social, la normalización de la subjetividad y la medicalización de la existencia. Estas críticas, aunque diversas, formaron lo que se llamó la "red alternativa de la psiquiatría", influyendo en el movimiento antimanicomial y en las políticas de salud mental en diversos países.


  • La Antipsiquiatría Inglesa (Laing, Cooper, Esterson) criticaba a la psiquiatría por su función de represión de la subjetividad y su complicidad con el modelo familiar autoritario. Laing, en particular, veía la esquizofrenia como una respuesta existencial al colapso de las relaciones interpersonales, no como una simple enfermedad biológica.

  • La Psiquiatría de Sector en Francia (Francois Tosquelles, Jean Oury) proponía formas de cuidado comunitario, desmontando la centralidad del hospital psiquiátrico e incorporando perspectivas institucionales más abiertas.

  • Thomas Szasz, con El Mito de la Enfermedad Mental, cuestionaba la noción misma de que los trastornos mentales son enfermedades en el sentido biomédico, argumentando que son problemas de vida traducidos en categorías médicas.

  • Franco Basaglia y la Psiquiatría Democrática en Italia luchaban contra la institución manicomial, promoviendo la desinstitucionalización y la construcción de alternativas al asilo psiquiátrico.

  • El Grupo Plataforma en Argentina realizaba una crítica institucional de la psiquiatría y la forma en que reforzaba las relaciones de poder autoritarias, especialmente en el contexto de las dictaduras latinoamericanas.


Estos movimientos no solo denunciaron los abusos de la psiquiatría tradicional, sino que también intentaron construir nuevas formas de cuidado y comprensión del sufrimiento psíquico, basadas en la escucha, la singularidad y el contexto social del paciente.


DSM-III y CID-9: La Reacción Biologicista


El impacto de estas críticas fue tan fuerte que, en los años 1980, la psiquiatría oficial respondió con una reformulación radical de sus criterios diagnósticos. El DSM-III (1980) y el CID-9 alteraron la terminología de "enfermedad mental" a "trastornos emocionales" y "trastornos mentales", reorganizando los modos de diagnóstico y tratamiento.

Esta reformulación tenía dos objetivos principales:


  1. Neutralizar las críticas de la "red alternativa": Al sustituir el término "enfermedad mental", la psiquiatría intentó distanciarse de la imagen del manicomio y la represión social. La nueva terminología ayudó a integrar la psiquiatría a la medicina basada en evidencia, acercándola a las especialidades biomédicas.

  2. Crear un modelo operacional basado en síntomas y categorías diagnósticas: El DSM-III abandonó el psicoanálisis y los enfoques subjetivos, adoptando un modelo más descriptivo y categorial, inspirado en la estadística y la epidemiología. Esto allanó el camino para la explosión de la psicofarmacología, ya que los diagnósticos estandarizados facilitaron la prescripción masiva de medicamentos.


La Nueva Psiquiatría: Destitución de la Subjetividad


El resultado de esta reorganización fue la consolidación de una psiquiatría esencialmente farmacológica, donde el sujeto desaparece como portador de una historia y se convierte en un paciente con un trastorno que debe ser corregido químicamente.

Esta psiquiatría, a menudo llamada neo-kraepeliniana, se caracteriza por tres aspectos centrales:


  1. Descontextualización del sufrimiento psíquico: El diagnóstico se convirtió en un conjunto de síntomas desconectados de la historia del paciente, sin considerar sus conflictos, experiencias o relaciones sociales.

  2. Patologización de la vida cotidiana: El DSM expandió exponencialmente el número de diagnósticos, transformando emociones y comportamientos normales en trastornos psiquiátricos.

  3. Medicalización de la existencia: La psiquiatría se convirtió en un instrumento de ajuste social, donde la medicación no es solo un tratamiento, sino una herramienta para mantener a los individuos productivos y adaptados.


Psiquiatría y Poder: Gestión de las Poblaciones


Esta "nueva psiquiatría" se articula directamente con estructuras económicas y políticas neoliberales, funcionando como un mecanismo de gestión de la vida.

  • Si antes la psiquiatría disciplinaba los cuerpos en los manicomios, hoy administra la subjetividad en el mercado laboral y la vida cotidiana.

  • La ansiedad, el burnout, la depresión y los trastornos de atención son gestionados no por cambios sociales estructurales, sino por medicamentos, transformando el sufrimiento en una cuestión individual y química.

  • La psiquiatría se convierte en una herramienta biopolítica, operando no solo para curar, sino para regular comportamientos, modular afectos y mantener la productividad.


Conclusión: ¿Hacia Dónde Va la Psiquiatría?


La psiquiatría contemporánea enfrenta un dilema fundamental:


  1. ¿Seguirá su camino como una tecnología biomédica reguladora de la subjetividad, cada vez más integrada al mercado farmacéutico y a la gestión del comportamiento humano?

  2. ¿O recuperará al sujeto y su historia, buscando comprender el sufrimiento psíquico como algo que va más allá de la neuroquímica, integrando perspectivas sociales, existenciales y relacionales?


El futuro de la psiquiatría no está solo en manos de los psiquiatras, sino en la disputa entre diferentes fuerzas sociales que cuestionan su papel en la organización de la vida. El riesgo no es solo el avance de una psiquiatría biológica, sino la transformación completa de la subjetividad humana en un objeto de regulación farmacológica y económica.

¿Aceptaremos la psiquiatría como una mera tecnología de ajuste social, donde los diagnósticos sirven para normalizar la subjetividad dentro de las exigencias del capitalismo global? ¿O será posible pensar alternativas que rescaten la complejidad del sufrimiento humano, sin reducirlo a una simple falla neuroquímica?

El futuro de la salud mental dependerá de cómo estas disputas se resuelvan en los próximos años.

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