Psicoterapia y Educación Somática

ARTE Y LOCURA
Tomando a Antonin Artaud en su crítica contundente a la Psiquiatría en el siglo XX, hacemos un recorrido desde la óptica de los "suicidados de la sociedad", el "teatro de la crueldad" y el "cuerpo-sin-órganos".
Para terminar con el juicio de Dios.
Trecho de Van Gogh, el suicidado por la sociedad (1947)
"Si Van Gogh estuviera loco, no habría pintado lo que pintó.Y si no se hubiera suicidado, hoy estaría en la Academia."
Artaud argumenta que la psiquiatría y la sociedad etiquetaron a Van Gogh como loco porque él veía y sentía el mundo de una manera insoportablemente intensa. Para Artaud, Van Gogh no se quitó la vida por un delirio, sino porque era demasiado lúcido, porque veía las contradicciones del mundo y no soportaba la mediocridad impuesta sobre él.
Trecho de Cartas a los Poderes
Escritas entre 1937 y 1948, estas cartas son un ataque directo al sistema psiquiátrico y político que intentó silenciarlo:
"La psiquiatría es la peor de las invenciones del diablo. Se dice científica, pero nunca ha curado a nadie. Solo ha encerrado, torturado y asesinado a las almas más potentes y vivas."
Artaud fue internado en diversos hospitales psiquiátricos, sometido a electrochoques y otras violencias. En sus cartas, denuncia la psiquiatría como una forma de control social comparable a la inquisición. Para él, la verdadera locura era la mediocridad de la sociedad y la manera en que esta excluía a quienes estaban más vivos y en contacto con fuerzas creativas genuinas.
Fragmento de El teatro y su doble (1938)
"El teatro debe ser como la peste: algo que sacuda, que provoque una transmutación radical del ser."
Artaud concebía el teatro como un espacio donde cuerpo y mente podían entrar en un trance ritualístico, liberando fuerzas inconscientes y rompiendo con los límites impuestos por la razón. Su idea del "Teatro de la Crueldad" no tenía que ver con la violencia, sino con un arte que impactara directamente en el cuerpo y la psique del espectador, llevándolo a una experiencia visceral y transformadora.
Artaud, Arte y Locura
Artaud se convirtió en un ícono tanto para artistas como para pensadores de la antipsiquiatría, como R.D. Laing y David Cooper. No veía la locura como un defecto, sino como un estado de percepción extrema, una forma de ver la realidad sin filtros. Para él, el problema no estaba en quienes eran considerados locos, sino en la sociedad y sus estructuras de dominación, que reprimen la creatividad y patologizan a quienes desafían sus límites.
Antonin Artaud y los "suicidados por la sociedad"
Artaud no fue el único en darse cuenta de que la locura, muchas veces, no es más que un rótulo impuesto a aquellos que ven demasiado, sienten demasiado, desbordan en su expresión y no encajan en los moldes de lo aceptable. En Van Gogh, el suicidado por la sociedad, denuncia cómo la psiquiatría y las normas sociales asesinan a los artistas sensibles y visionarios. Este concepto se extiende a una constelación de creadores que, a lo largo de la historia, han sido encerrados, silenciados o empujados hacia su propia destrucción.
A continuación, algunos de esos artistas que podrían formar parte de esta constelación junto a Artaud.
Vaslav Nijinsky (1889–1950) – El cuerpo que danzaba lo invisible
El bailarín y coreógrafo Vaslav Nijinsky, considerado uno de los mayores danzarines de la historia, fue internado en instituciones psiquiátricas y diagnosticado con esquizofrenia. Rompió con la técnica clásica del ballet y creó danzas viscerales como El fauno, que escandalizó por su carga erótica y primitiva.
Su danza rozaba lo ritualístico, capturando estados de éxtasis y posesión. Sin embargo, su intensidad fue interpretada como un síntoma patológico. Pasó los últimos treinta años de su vida encerrado en hospitales, sin volver jamás a los escenarios. Artaud diría que Nijinsky no se volvió loco, sino que fue enloquecido por un mundo que no soportaba su visión de un cuerpo que rompía los límites de la gravedad y la civilización.
Friedrich Hölderlin (1770–1843) – El poeta de la luz y la locura
El poeta alemán Friedrich Hölderlin fue diagnosticado como demente y pasó los últimos 36 años de su vida encerrado en una torre, olvidado por la sociedad. Sus versos exaltaban la fusión entre lo humano y lo divino, y creía que la poesía podía reactivar un vínculo perdido con lo sagrado.
"Quien habla la lengua de los dioses no es comprendido por los hombres."
Si Artaud hubiera conocido a Hölderlin, tal vez lo habría considerado un precursor de su Teatro de la Crueldad, pues ambos intentaron devolver al arte su fuerza cósmica y su poder de transfiguración.
Gérard de Nerval (1808–1855) – El poeta que paseaba con una langosta
El escritor francés Gérard de Nerval vivía en múltiples tiempos y dimensiones, mezclando pasado y presente en sus relatos.
La sociedad lo vio como un excéntrico, especialmente cuando comenzó a caminar por las calles de París con una langosta atada a una correa, asegurando que era un animal filosófico y silencioso. Luego de crisis psiquiátricas e internaciones, fue encontrado ahorcado en una calle oscura.
"No llamé a mi locura locura, la llamé claridad."
Esta frase resuena en la obra de Artaud, quien también rechazaba la idea de estar loco, afirmando que su "locura" era la única lucidez posible en un mundo dominado por dogmas y represión.
Camille Claudel (1864–1943) – La mujer que esculpió la locura
Escultora, alumna y amante de Auguste Rodin, Camille Claudel fue internada contra su voluntad por su familia en un manicomio y permaneció allí durante treinta años, hasta su muerte. Su crimen: ser una mujer genial en un mundo de hombres, crear esculturas que expresaban deseo, angustia y explosión de vida.
"Estoy en una tumba. He sido asesinada por los vivos."
Si Artaud hubiera conocido su historia, sin duda la habría incluido entre los "suicidados por la sociedad". Lo que su familia y la psiquiatría hicieron con ella fue un asesinato simbólico, el silenciamiento de una de las más grandes escultoras de la historia.
Sylvia Plath (1932–1963) – La poeta del abismo
Sylvia Plath también forma parte de esta genealogía de quienes sintieron demasiado. Su novela La campana de cristal describe la sensación de vivir encerrada en un mundo donde la respiración se vuelve imposible y la existencia insoportable.
En su poema Ariel, escribe:
"Y el niño lloró / deslizándose de mi boca roja de hambre."
Su poesía oscilaba entre la destrucción y la creación, un flujo visceral que Artaud habría reconocido de inmediato. Plath se suicidó a los 30 años, ahogada por una sociedad que exigía de ella docilidad cuando su alma era un volcán en erupción.
Artaud como un "suicidado por la sociedad"
Artaud mismo encaja en esta lista. Pasó nueve años encerrado en hospitales psiquiátricos, sometido a electrochoques brutales.
"No estoy loco. Estoy envenenado. Es diferente."
Artaud luchó hasta el final para afirmar que su experiencia no era delirio, sino una visión radical de lo real, una llamada para que el arte recuperara su poder ritual y transformador. Nunca aceptó ser silenciado.
Edvard Munch (1863-1944) – El grito de la angustia
Edvard Munch, pintor noruego, es conocido por su obra El grito (1893), un ícono de la angustia existencial y el sufrimiento psíquico. A lo largo de su vida, Munch sufrió crisis nerviosas, fue internado en sanatorios psiquiátricos y trasladó a su pintura la experiencia de un cuerpo atravesado por la ansiedad, el miedo y la disolución del yo.
"La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles negros que velaron sobre mi cuna."
Su obra es un testimonio de la fragilidad humana, donde las figuras se distorsionan y los colores vibran en una intensidad que desborda los límites del cuerpo. Sus personajes parecen ser absorbidos por el paisaje, como si la angustia fuera un campo de fuerza que los atraviesa y los descompone. En El grito, el protagonista no es solo la figura en el puente, sino el propio espacio que ondula, se expande y se retuerce en una vibración continua.
Más allá de la representación visual, Munch parece capturar una sensación física, una presión interna que deforma la percepción y la corporeidad. ¿Cómo se mueve un cuerpo que grita sin voz? ¿Cómo tiembla una piel que se disuelve en la atmósfera que la rodea?
Hieronymus Bosch (1450-1516) – El delirio visionario en El jardín de las delicias
Hieronymus Bosch, pintor renacentista, creó escenas alucinantes llenas de figuras grotescas, cuerpos metamorfoseados y paisajes irreales. Su tríptico El jardín de las delicias es una explosión de visiones que evocan estados alterados de percepción, donde los cuerpos y el entorno se transforman en una danza de mutaciones incesantes.
Muchos estudiosos han sugerido que Bosch representaba éxtasis, alucinaciones o experiencias místicas. Sus imágenes desdibujan la frontera entre el humano, lo animal y lo vegetal, anticipando la idea del cuerpo como una multiplicidad de fuerzas en constante transfiguración.
El delirio visual de Bosch evoca la experiencia del trance chamánico, en el que la forma humana se desarma y se mezcla con la naturaleza. Sus pinturas invitan a explorar un cuerpo que ya no se percibe desde una identidad fija, sino como una metamorfosis continua, donde las fuerzas externas e internas lo atraviesan sin control.
¿Qué sucede cuando el cuerpo se percibe como parte de un flujo mayor? ¿Cómo moverse sin aferrarse a una estructura definida?
William Blake (1757-1827) – El profeta de la visión mística
El poeta y artista inglés William Blake concebía la imaginación como una realidad más intensa que el mundo visible. Desde la infancia tuvo visiones místicas y aseguraba conversar con ángeles, demonios y espíritus. Su obra desafía la razón mecanicista y expresa una cosmovisión donde el cuerpo y el alma son flujos de energía en transformación.
Blake veía la creatividad como un estado de expansión perceptiva. Su arte y su poesía no se limitan a representar, sino que invitan a un mundo donde la realidad es modulada por la intensidad de la visión.
Sus ilustraciones y poemas parecen responder a una pregunta: ¿qué sucede cuando el cuerpo es absorbido por la imaginación? Para Blake, lo tangible y lo onírico no están separados. Su obra sugiere que el cuerpo no es un límite, sino un umbral entre dimensiones de la experiencia.
¿Qué pasaría si el cuerpo se entregara completamente al impulso creador? ¿Cómo moverse cuando cada gesto abre un universo propio?
Arthur Rimbaud (1854-1891) – El yo es otro y la alquimia del verbo
El poeta francés Arthur Rimbaud revolucionó la literatura con Una temporada en el infierno e Iluminaciones, explorando estados visionarios, experimentación con el lenguaje y la disolución de la identidad.
Rimbaud afirmaba que el poeta debía convertirse en un vidente, entregarse a todas las formas de delirio y exceso para alcanzar una percepción expandida. Su célebre frase "Yo es otro" expresa la ruptura con la identidad fija y la apertura a la multiplicidad del ser.
Su experimentación con el lenguaje evoca la posibilidad de un cuerpo que no se aferra a una forma estable, sino que se entrega a un devenir incesante. Su poesía no describe un mundo, sino que lo genera con cada palabra, como si al nombrar un cuerpo, este se deshiciera y renaciera al mismo tiempo.
¿Cómo se siente habitar un cuerpo que nunca es el mismo? ¿Cómo permitir que la percepción sea un flujo sin restricciones?
Francis Bacon (1909-1992) – El cuerpo distorsionado y la pulsación de la carne
El pintor Francis Bacon creó imágenes de cuerpos retorcidos, deformados, vibrantes. Sus figuras no son estáticas, sino que parecen estar en constante transformación, como si estuvieran atravesadas por fuerzas invisibles que las descomponen y recomponen.
Bacon afirmaba que su objetivo era pintar "la brutalidad del hecho", es decir, la pura intensidad del cuerpo antes de cualquier narrativa o interpretación. Sus cuadros muestran un cuerpo en estado de colapso, desbordado por sus propias tensiones internas.
Más que representar un cuerpo, Bacon lo expone en su máxima vulnerabilidad, en su estado crudo, sin máscara ni función. Sus figuras parecen desgarradas por pulsaciones internas, atrapadas en un movimiento incontrolable.
¿Qué sucede cuando el cuerpo deja de ser una imagen coherente? ¿Cómo sentir el cuerpo más allá de su forma habitual, explorando la intensidad de su pulsación interna?
Arte Bruto: La expresión pura del alma
El Arte Bruto (Art Brut), término acuñado por el artista francés Jean Dubuffet en la década de 1940, representa la creación artística en su forma más auténtica y libre. Este movimiento se enfoca en obras realizadas por personas ajenas al mundo del arte convencional, como pacientes psiquiátricos, autodidactas, marginados sociales o creadores que trabajan al margen de las instituciones culturales.
El Arte Bruto se caracteriza por su espontaneidad, su uso de materiales no tradicionales y su enfoque en temas profundamente personales, simbólicos y, en ocasiones, perturbadores. Estas obras no buscan complacer al público ni seguir tendencias, sino que emergen como una necesidad vital de expresión.
Dos ejemplos destacados del Arte Bruto
Adolf Wölfli (1864-1930)
Nacido en Suiza, Adolf Wölfli pasó gran parte de su vida internado en un hospital psiquiátrico después de ser diagnosticado con esquizofrenia. Durante su encierro, comenzó a crear arte como una forma de terapia y escape. Sus obras incluyen dibujos detallados, narrativas complejas, mapas imaginarios y composiciones musicales, todos ellos llenos de simbolismo y fantasía.
August Natterer (1868-1933)
Conocido como "Neter", August Natterer fue un artista alemán diagnosticado con esquizofrenia que pasó gran parte de su vida en instituciones psiquiátricas. Sus obras, a menudo de carácter místico y religioso, reflejan sus visiones y alucinaciones. Natterer creía que sus dibujos eran una forma de comunicar mensajes divinos y revelaciones espirituales.
Estamira Gomes de Sousa (1941-2011)
Además de los artistas mencionados, existen creadores cuya expresión desafía los límites entre locura y arte sin estar dentro del canon oficial. Un ejemplo contemporáneo es la historia de Estamira, documentada por Marcos Prado. Diagnosticada con esquizofrenia y viviendo en un basurero, Estamira no solo sobrevivía, sino que creaba un discurso profundamente poético y filosófico sobre el mundo y la sociedad. Su historia nos recuerda que la locura, más que una patología, puede ser una forma de ver la realidad sin filtros, como lo han demostrado muchos artistas y pensadores antes que ella.
En síntesis
La sociedad ha temido siempre a quienes desafían sus normas a través de la palabra, el cuerpo o la materia. Artaud nos advierte: no fueron ellos quienes enloquecieron, fue el mundo el que se volvió insoportable.
















