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Éxtasis y Experiencia Inmanente: Cuerpo, Intensidad y Campo Vivo

El Éxtasis Como Experiencia Directa del Cuerpo y del Campo


La palabra éxtasis proviene del griego ékstasis, que significa "salir de sí mismo", pero esta definición puede ser engañosa si la entendemos como un alejamiento del cuerpo y de la experiencia viva. En la tradición occidental, el éxtasis muchas veces se ha visto como una experiencia trascendente, algo que saca al sujeto del mundo y lo lleva a un estado elevado y separado de la realidad cotidiana.

Sin embargo, si desplazamos esta visión hacia una perspectiva inmanente, podemos entender el éxtasis como:

  • Una intensificación de la experiencia del cuerpo, y no una huida de él.

  • Una disolución del yo fijo y una apertura al flujo de la vida.

  • Un estado donde los límites entre dentro y fuera, sujeto y objeto, se vuelven permeables.


Esto resuena directamente con:

  • La resonancia somática, donde el cuerpo entra en sintonía con el campo y experimenta nuevas intensidades.

  • El Hassidismo, donde la danza y el canto son formas de disolución del ego en la presencia divina.

  • El Dzogchen, donde el espacio interno se revela como un campo de presencia sin esfuerzo.


Éxtasis en el Hassidismo: Alegría, Cuerpo y Presencia Divina


En el Hassidismo, especialmente en la tradición de Baal Shem Tov, el éxtasis no es un fenómeno separado de la vida cotidiana, sino algo que ocurre en el cuerpo, en la comunidad y en la celebración de la existencia.

El Hassidismo ve la presencia divina no como algo lejano, sino como alegría, como encuentro, como cuerpo vibrante en la experiencia del ahora.


Esto se manifiesta en:

  • La danza y el movimiento, como formas de disolución del ego y de expansión de la percepción.

  • La música y el canto, que activan estados donde el yo se disuelve en la pulsación del ritmo y la voz colectiva.

  • La espontaneidad y la risa, como signos de una conexión directa con lo sagrado.


Aquí, el éxtasis no es un estado separado del mundo, sino un profundización de la inmanencia, una inmersión en la presencia total del cuerpo y del campo relacional.

Esta visión nos lleva a pensar que:

  • El éxtasis no es evasión, sino presencia total.

  • El cuerpo no es un obstáculo para la experiencia de lo sagrado, sino el propio medio a través del cual se manifiesta.

  • La comunión no ocurre en un "más allá", sino en el encuentro vivo con el otro y con el mundo.


Esta perspectiva puede aplicarse a la Integración Organísmica, donde el terapeuta no guía al paciente hacia una trascendencia metafísica, sino que sostiene un campo donde el cuerpo puede experimentar su propia intensidad viva.


Éxtasis en el Dzogchen: Espacio Interno y Claridad Total


En el Dzogchen, el estado de rigpa—la presencia despierta—puede entenderse como una forma de éxtasis inmanente, donde no hay separación entre experiencia y conciencia.


Esto significa que:

  • La experiencia no necesita ser modificada, solo sostenida en la claridad y la apertura.

  • El espacio interno no es un vacío, sino un campo vivo donde los fenómenos aparecen y desaparecen sin resistencia.

  • El éxtasis aquí no es agitación, sino un estado donde todo se mueve libremente sin necesidad de control.


Si comparamos esto con la resonancia somática, podemos decir que:

  • El cuerpo, cuando se libera de sus tensiones crónicas, puede convertirse en un campo de pulsación libre, sin necesidad de una identidad fija.

  • La experiencia del éxtasis puede ser simplemente el estado donde la resistencia al flujo de la vida desaparece.

  • La terapia puede verse como un proceso de apertura de espacio para que esta experiencia de presencia plena pueda emerger.


Aquí, el éxtasis no es una emoción intensa, sino una apertura total a lo que es, sin barreras ni rigidez.


Éxtasis y Experiencia Inmanente en la Integración Organísmica


Si conectamos estas visiones—Hassidismo, Dzogchen y resonancia somática—podemos ver la Integración Organísmica como un camino donde el éxtasis no es un objetivo separado de la vida, sino algo que puede surgir de la experiencia encarnada y relacional.


Esto nos lleva a pensar que:

  1. El cuerpo no necesita ser superado, sino vivido en su intensidad plena.

  2. El terapeuta no guía al paciente hacia un estado especial, sino que sostiene un campo donde la experiencia puede desplegarse libremente.

  3. La relación terapéutica no es solo sobre "curación", sino sobre permitir que el cuerpo y la subjetividad puedan expandirse y vibrar en sintonía con el campo.


Lo que llamamos éxtasis puede ser simplemente el momento en que la experiencia fluye sin resistencia, sin necesidad de control, sin separación entre dentro y fuera.


Conclusión: Del Éxtasis a la Vida Plena


Si resignificamos el concepto de éxtasis desde estas perspectivas, podemos decir que:

  • El éxtasis no es un estado alterado, sino un estado donde la experiencia se vuelve completamente viva y presente.

  • El espacio interno del Dzogchen, la alegría del Hassidismo y la resonancia somática apuntan hacia la misma dirección: una experiencia de cuerpo y presencia donde no hay rigidez ni separación.

  • La Integración Organísmica puede verse como un camino para acceder a este estado no como un evento extraordinario, sino como algo que puede surgir en lo cotidiano, en el encuentro, en el tacto, en la respiración y en la relación viva.


Aquí, la terapia no necesita "llevar" al paciente a un estado especial, sino simplemente eliminar las barreras que impiden la experiencia plena de la vida.

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